2011-02-24 0 comentarios

Konstantino Kavafis




Konstantino Kavafis





"El hombre que ha gastado su vida, en vano intentará volver ha vivirla mejor, de modo mas ético. La ciudad, la ciudad imaginaria, le seguirá, la adelantarà y le esperará con las mismas calles y los mismos barrios"
Konstantino Kavafis
firmaba también como Alex Madis














CIRIOS
Delante nuestro están plantados los días del futuro,
como una fila de cirios pequeños encendidos, dorados,
calidos y vividos cirios
quedan atrás los cirios del pasado
como una triste fila de cirios apagados
los mas cercanos humean todavía
cirios fríos torcidos y consumidos
no quisiéramos mirarlos nos aflige su forma
y nos aflige recordar su luz primera...
Hacia adelante miramos nuestros cirios encendidos
no queremos mirar hacia atrás por no temblar
viendo cuan presto se alarga la oscura fila
cuan presto cunden los cirios apagados...

CIUDAD

Has dicho: me iré a otra ciudad me iré a otra tierra, a otro mar,
Ha de haber alguna otra ciudad mejor
Cada vez que intento algo una sentencia me condena
Y mi corazón como un cadáver yace sepultado
¿Hasta cuando ha de estar mi razón sumida en el marasmo?
Donde quiera que vuelva mis ojos y mire veo negras ruinas de mi vida.
Aquí a donde tantos años he pasado
Me he arruinado, me he destrozado.
Nuevos lugares no hallarás
No hallarás otros mares; la ciudad te seguirá
Te perderás por las mismas calles
Y envejecerás en los mismos barrios
Y te saldrán canas en las mismas casas
Y siempre llegaras a la misma ciudad
No esperaras que haya barco o camino;
Para tí hacia otra parte
Tu vida tal y como la has arruinado aquí
En este pequeño rincón
Por todo el mundo, la has destrozado.

SATRAPIA
Que adversidad estar hecho para bellas y grandes obras
Y que tu mala suerte siempre te niegue ánimos y éxitos
Que te encuentres impedido por mezquinas costumbres
Y que terrible el dia en que cedes, (el dia en que te abandonas y cedes)
Y tomas el camino para Susa
Y acudes al monarca Artajerjes
Que te acoge benévolo en su corte
Y te ofrece satrapias y cosas así; esas cosas que no quieres
Porque otras cosas busca tu alma
Por otras llora el elegido del pueblo y de los sofistas
Inestimable el aplauso difícil de obtener
El ágora, el teatro y las cosas estas podrá darte Artajerjes.
Esto como lo encontraras en una satrapia?
Y que vida podrás llevar sin esto?

(?)
Ve ala muerte con bravo corazón y paso firme
Porque la muerte puede encontrarte mañana sino hoy
Y nadie se libra de ella, ve hijo mío
Ve hacia tu dios que sostiene la balanza de la más alta justicia
Libre de las necesidades de tiempo y circunstancia.
Ve, nuestros corazones están contigo
Nuestros ojos lloraran siempre por ti.
Ve, a tu sentencia de muerte
Que has recibido de la justicia humana
Puede más que tu vida ser mostrada como una gran lección
Para tu pueblo y tu país.
Ve, si los hombres no tienen piedad de ti
Inconmensurable es la gracia divina
Adiós, hijo mío adiós.

YUSEF HUSEYN SELIM
Cuando le cogieron los cristianos para colgarle, al joven inocente de diecisiete años, su madre, que allí al lado de la horca se tiraba por el suelo revolcándose; tanto gritaba y gemía como un lobo, como una fiera como sin fuerza entonaba la mártir su lamento “solo diecisiete años me has vivido hijo mío” y cuando le subieron a la horca y le pasaron la soga y le ahorcaron, al inocente joven de diecisiete años y miserablemente pendía en el vacío con los espasmos de la negra agonía, el cuerpo del joven bellamente hecho, su madre; la mártir se revolcaba por el suelo y su lamento ya no era por unos años –solo diecisiete días, se lamentaba “solo diecisiete días te he tenido hijo mío”

ÍTACA
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
Has de rogar que se alargue el camino
Lleno de aventuras, lleno de experiencias
A los lestrigones y a los cíclopes
No temerás al airado Poseidón pues tales seres no hallarás
En tu camino si tu pensamiento es elevado
Si toca una selecta emoción tu alma y tu cuerpo
A los lestrigones y a los cíclopes no encontraras ni al feroz Poseidón
Si no los llevas dentro de tu alma si tu alma no los yergue ante ti
Has de rogar que sea largo el camino que haya muchos veraniegos
En que arribes con gozo alegremente
A puertos que nunca antes habías visto
Que te detengas en mercados fenicios
Que compres sus bellas mercancías
Madreperla y coral, ámbar y ébano
Y perfumes placenteros
Que vayas a ciudades egipcias, a muchas
Parea aprender de sus sabios
Siempre en tu mente has de tener a Ítaca
Llegar a ella es tu destino
Pero no hagas el viaje con prisa alguna
Mejor es que dure muchos años
Y ya viejo que ancles en la isla
Rico de cuanto as ganado en el camino
Sin esperar que te haga rico Ítaca
Ítaca te ha dado un bello viaje
Sin ella no te hubieras puesto en camino
Pero no tiene ya que darte
Y si la encuentras pobre. Ítaca no te ha burlado
Te has hecho tan sabio, tienes tanta experiencia
Que ya habrás comprendido que es Ítaca

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS
¿Qué esperamos en la plaza riéndonos?
A los bárbaros que hoy llegan
¿Por qué reina tal calma en el senado?
¿Por qué los senadores sentados no legislan?
Porque hoy llegan los bárbaros
¿Qué les van hacer los senadores?
Los bárbaros nos darán leyes cuando
Vengan
¿Por qué el emperador se levanta tan de
mañana?
¿Se sienta en su trono ante la puerta mayor de la
Ciudad ciñendo su corona? Porque hoy llegan los
Bárbaros y el emperador espera para recibir a su
Jefe e incluso tiene un pergamino para
Dárselo al que ha escrito títulos y nombres
¿Por que nuestros cónsules y todos los pretores
Salieron hoy con sus togas recamadas y rojas?
Por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
Anillos Ocón tantas esmeraldas ristalinas
¿Por qué empuñan hoy bastones preciosos de oro
Y plata tan ricamente cincelados? Porque hoy
llegan los bárbaros y estas cosas deslumbran a los bárbaros.
¿Por qué los buenos retores no visten como
Siempre, no visten como siempre, han de decir sus discursos y ha hablar como suelen?
Porque hoy llegan los bárbaros y a ellos no
Les gustan retóricas y alocuciones
¿ Por que ha empezado de improvisto esa intranquilidad y esa confusión?
(Los rostros se han tornado toscos y graves)
¿Por qué se ha vaciado tan de prisa las calles y la plaza, y todos regresan a sus casas tan cabizbajos?
Porque se ha hecho de noche sin que los bárbaros lleguen y algunos que han venido de las fronteras van diciendo que ya no existen bárbaros.
¿Ahora que será de nosotros sin bárbaros?
Esa gente de algún modo era una solución.

SEPTIEMBRE DE 1903
Que al menos pueda engañarme ahora
Con ilusiones para no sentir vacía mi vida
Y estuve tantas veces tan cerca
Y fui débil entonces; y cobarde
Porque me quede con los labios cerrados
Y mi vida vacía lloraba en mi interior
Y se vestían de luto mis deseos
Estar tantas veces tan cerca
De los ojos de los labios de amor,
Del cuerpo soñado, amado,
Estar tantas veces tan cerca…

COMPRENSIÓN
Los años de mi juventud, mi vida placentera
Cómo ahora comprendo su sentido
Qué inútiles arrepentimientos, que vanos
Pero entonces no comprendía su sentido
En el curso de mi juventud disoluta
Tomaban forma los proyectos de mi poesía
Se perfilaban entorno de mi arte
Por eso los arrepentimientos no eran algo constante
Y los propósitos de vencerme y cambiar
Duraban dos semanas a lo sumo.

“TE”
Esta tarde me pasó por la cabeza
Escribir sobre mi amor
Sin embargo no voy ha hacerlo
Tal es la fuerza que tienen los prejuicios
Me he librado de ellos pero pienso en quienes son sus esclavos
Y bajo cuyos ojos podría caer este papel
Y me detengo, que pusilánime
Anotare todo con una letra “t”
Como símbolo de este momento.
(9-11-1902)

MUROS-TEIKHE
Sin miramientos, sin pena, sin respeto
Levantaron entorno a mí grandes y altos muros
Y ahora estoy aquí y me desespero
No pienso en nada más
Este destino me devora la razón;
Porque tenía tantas cosas que hacer fuera
Ah como no me fije, cuando levantaron los muros
Pero no oí ningún ruido…ni que hablaran
Sin darme cuenta me encerraron fuera del mundo,

LA CASA DESHONROSA
Cuando bajaba por la escalera deshonrosa, por la puerta entrabas,
Un instante vi tu rostro, y me viste
Luego me escondí
Para que no me vieras de nuevo
Y tú pasaste rápidamente ocultando tu rostro
Y te metiste en la casa deshonrosa
Donde no ibas a encontrar, como yo no lo encontré, el placer
Y sin embargo yo tenia el amor que tu querías; para dártelo;
El amor que yo quería
(Tus ojos me lo decían fatigados y equívocos)
Tú lo tenías para dármelo
Nuestros cuerpos lo sentían y se buscaron
La sangre y la piel nos comprendieron
Pero ambos nos escondimos… azorados…


VOCES (2)
Voces ideales y amadas
De quienes murieron o de quienes hemos perdido ya
Como si estuvieran muertos
a veces en sueños nos hablan; a veces en pensamientos los oye el cerebro.
Y el eco de sus voces nos devuelve un momento
Ecos de la primera poesía de nuestra vida como de una música, lejana, que se apaga
Donde hallamos ecos de Shelley:
Una música, cuando gratas voces mueren,
Vibra en la memoria…
Y de Tennyson:
¡El tacto de una mano desaparecida
Y de una voz que perdura!

ANTONIO
Cuando de repente, a media noche, se oye
Pasar, invisible, a un grupo
Con músicas exquisitas, con voces,
Es en vano que deplores
Tu destino que ya se rinde, tus gestas
Que fracasaron, los proyecto de tu vida
Que acabaron en error.
Como alguien dispuesto de antemano, con valor,
Dile adiós a esa Alejandría que se escapa.
Sobre todo no te mientas, no te digas que era
Un sueño, que te engañaron tus oídos:
Tan vanas esperanzas no aceptes.
Como alguien dispuesto de antemano, con valor,
Como te cuadra a ti que fuiste digno de una tal ciudad
Acércate con paso firme a la ventana
Y escucha, si, conmovido, pero no
Suplicando y quejándote de los cobardes,
el postrero deleite del clamor,
Los exquisitos instrumentos del místico grupo,
Y dile adiós a esa Alejandría que pierdes.

EL SOL DE LA TARDE
Esta habitación, que bien conozco.
Ahora la alquilan, esta y la contigua,
Para oficinas comerciales. Toda la casa se ha convertido
En oficinas de agentes y comerciantes, en sociedades.
Ah, esa habitación como me es de familiar.
Aquí cerca de la puerta, estaba el sofá,
Y frente a él una alfombra turca;
Y al lado, el anaquel con dos floreros amarillos.
A la derecha; no, enfrente, un armario con espejos.
En medio, la mesa en que escribía
Y las tres grandes sillas de mimbre.
Cerca de la ventana había la cama
Donde tantas veces no amamos.
Estarán todavía en algún sitio, pobres trastos.
Cerca de la ventana estaba la cama
A cuya mitad llegaba el sol de la tarde.

No hay en castellano, hasta el momento, versión alguna integra y fiel enteramente de los poemas de Kavafis. Destaca entre ellas, con todo la titulada: poesías completas .traducción y notas de José Maria Álvarez. Madrid 1976. Que a pesar de su título, no son tan completas en lo que hace a los inéditos. Las versiones más fieles y ajustadas de Kavafis a una lengua peninsular Están en catalán desde la parcial de Carles Riba (Barcelona, 1962; 2ª Ed. 1977) A la también parcial de A. E. Sola (Barcelona, 1975; reimpresa varias veces) Contando igualmente con las parciales de J Ferraté (Barcelona, 1975 y Barcelona, 1976; con trece inéditos) Y con la última más completa (Barcelona, 1977). Ferraté ha publicado también algunos poemas en castellano. Entre otras pruebas de traducción parcial, menos afortunadas quizá merezca citarse la de cincuenta poemas del corpus por L. Santana (Madrid, 197).

Tomado de: Lidell, Robert. Kavafis una biografía crítica. Trad: C Mirall.




2011-02-23 0 comentarios

ELLA Y YO

2011-02-20 0 comentarios

POETAS ÁRABES EN COLOMBIA I


MEIRA DEL MAR




DE PASO
No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua
entre los dedos.

EL ESCUDO
Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.
Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.

Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.

Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.

Contra el olvido y su tenaz acoso
defenderá por siempre y a porfía
su condición de escudo milagroso.

EL MILAGRO
Pienso en ti.
La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.

Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,

Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.


PERFUME
Vuelvo a tenerte, amor,
como si nunca
te me hubieras ido.

Tus manos me recorren
el rostro suavemente,
y te oigo la voz en un susurro
que me roza el oído.

Vuelvo a tenerte
y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista.


REMINISCENCIA
Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.

Y supe de repente
-no sé si tú también-
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

TODAVIA
Amor de amor aquel que nos uniera
una vez en el tiempo ya distante.
Amor en que tú fuiste amado, amante
y yo amante y amada también fuera.

Otro amor sin igual no conociera
nunca el haz de la tierra. Fulgurante,
más que el sol del verano delirante,
toda sombra su lumbre destruyera.

Amor de amor. Tan alto y extremado,
que el mismo cielo al serle comparado,
cosa fútil y vana parecía.

La vida canceló su encendimiento...
Y sin embargo en el recuerdo siento
que me quema la sangre todavía.

Muerte mía
(Del libro Secreta isla)
La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.

La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.

¡Otra cosa es la muerte!

Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro".

La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía

Otra cosa es la muerte.

Soledad
(Del libro Alba de olvido)
Nada igual a esta dicha
de sentirme tan sola
en mitad de la tarde
y en mitad del trigal;
bajo el cielo de estío,
y en los brazos del viento,
soy una espiga más.

Nada tengo en el alma.
Ni una pena pequeña,
ni un recuerdo lejano
que me hiciera soñar...
Sólo tengo esta dicha
de estar sola en la tarde
¡con la tarde no más!

Un silencio muy largo
va cayendo en el trigo,
porque ya el sol se aleja
y ya el viento se va;
¡quién me diera por siempre
esta dicha indecible
de ser, sola y serena,
un milagro de paz!

Soneto marinero
Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.

Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.

Ofelia
Con paso de gacela vulnerada
cantando vienes por el bosque umbrío
coronada de juncos, ramos , lirios.

Oculto entre los árboles
un silencio de pájaros anuncia
tu presencia,
y te llama el arroyo con los lentos
ademanes del sauce.

Enajenada sigues recogiendo
las últimas violetas. En tus manos
la postrera corona es la más bella.

Pronto la linfa sentirá tu peso
de seda,
y un breve instante flotará en su espejo
tu memoria.

Soneto en vano
(Del libro Reencuentro)
¿A dónde iré que no me alcance el vuelo
de tu mirada que en azor se muda,
y la noche de sueños me desnuda
con el brillo quemante del desvelo?

¿En qué sitio del aire, el mar, el cielo,
encontrará mi corazón ayuda,
la clara mano que mi mal acuda
y en dulcedumbre me convierta el duelo?

La frente pensativa me rodeas
de lejanas memorias. Me recreas
los rostros del amor enceguecido.

Y es inútil que huya de tu acecho
si te oigo vivir dentro del pecho
con la vida sin muerte del olvido.

Alabanza del día
(Del libro Verdad del sueño)
Por ti la mariposa en el liviano
paisaje de la brisa detenida.
Y en cada mariposa, repetida,
la danza de colores del verano.

El cielo más azul y más cercano;
más alta la canción y más ardida
la frente de la rosa sostenida
en la palma dorada de tu mano.


Ordenas el azahar, la luz, el vuelo
de la alondra en el alba, y el desvelo
de los ángeles niños del rocío.

El tiempo te rodea, dulcemente.
Y pasas sin pasar, extrañamente,
lo mismo que la música de un río.

Verde mar
(Del libro Verdad del sueño)
1
De tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
Aquí la voz, la canción.
El corazón a lo lejos,
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.
De tanto quererte mar,
ausente me estas doliendo
casi hasta hacerme llorar .

2
¡Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera claridad.
Ángeles desnudos. Ángeles
de brisa con luz. Cantar
del agua que danza una
zarabanda de cristal.

Islas, olas, caracolas.
Grito blanco de la sal...

Y el corazón, de latido
en latido, dice ¡Mar!

Corazón
(Del libro Verdad del sueño)
Este es mi corazón. Mi enamorado
corazón, delirante todavía.
Un ángel en azul de poesía
le tiene para siempre traspasado.

En él, como en un río sosegado,
el cielo es de cristal y melodía.
Y a su dulce comarca llega el día
con un paso de niño iluminado.

Este es mi corazón. La primavera
que inaugura las rosas, vana fuera
sin su espejo de gozo repetido.

Y vano el tiempo del amor, que mueve
las alas de los sueños, y conmueve
la sangre con su canto sostenido

Instante
Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.

Cedros
Mis ojos niños vieron
-ha mucho tiempo- alzarse
hasta la nube un vuelo
de sucesivos verdes
que el aire en torno
embalsamaban
con tranquila insistencia.

El silencio se oía como una
música suspendida de repente,
y en mi pecho crecía
el asombro.

La voz del padre, entonces,
inclinóse a mi oído
para decirme, quedo:
"Son los cedros del Líbano
hija mía.

Mil años hace, acaso
mil más, que medran
a las plantas de Dios.
Guarda su imagen
en la frente y la sangre.
Nunca olvides
que miraste de cerca
la Belleza".

Y desde aquella hora
tan lejana,
algo en mí se renueva
y estremece
cuando topo en las hojas
de algún libro
su memoriosa estampa

Este amor
(Del libro Reencuentro)
Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.

Como el río que une
con sus manos de agua
las orillas que aparta,
como el tiempo también,
como la vida,
que nos huyen viviéndonos,
dejándonos
cada vez menos nuestros
y más suyos,
este amor.

Como decir mañana
y estar pensando nunca,
como saber que vamos
hacia ninguna parte
y sin embargo nada
podría detenernos,
como la mansedumbre
del mar, que es el anverso
de ocultas tempestades,
este amor.

Este
desesperado amor.

Mediodía
Canta la luz aire arriba
como una alondra.
Y por la rama de su canto sube
el mediodía.

Quieren los ojos seguirlo
pero no llegan.
Como el amor, el sol,
de tanto, ciega.

Romance de Barranquilla
(Del libro Sitio del amor)

Porque nació frente al alba
y en el sitio de la brisa,
le dieron un nombre claro
de flor o de lluvia fina.
Un nombre para decirlo
en medio de la sonrisa,
enamorados los ojos
y el corazón: ¡Barranquilla!
Porque nació frente al alba
¡y el alba es buena madrina!

Con lino de sol y sombra
tejieron años los días
y una mañana sin nubes
despertó moza la niña.

Con los cabellos al viento,
la dulce piel encendida,
y el andar sin descanso
tal aire de gallardía
que el alma de las palmeras
arrodillóse vencida...
Porque nació frente al alba
¡y el alba es buena madrina!

Breves jazmines alados
--casi de luz detenida--
crecen con gracia delgada
cuando sus pasos atisban...
La tarde cuida su gozo,
la noche su sueño cuida,
y ella se viste con seda
de flores amanecidas
sobre la cumbre del árbol
tan solo para vestirla...

Seda dorada del roble
con hebras de melodía,
seda de la acacia roja,
seda de las campanillas
que tienen fugaz el aire
y como el aire palpitan...
Rodea sus altas sienes
un vuelo de golondrinas
y abre jacintos de oro
su diestra mano clarísima.
Porque nació frente al alba
¡Y el alba es buena madrina!

El mar de gritos azules,
el mar del habla encendida,
le trae canciones remotas
y barcas de otras orillas.
El río, tenaz viajero,
con largo asombro la mira,
y le regala blancura
de garzas estremecidas
que suben a la comarca
donde la estrella se inicia.
Y el viento pirata, el viento
de clara estirpe marina,
le ciñe el talle redondo
con brazos de lejanía,
¡y se la lleva consigo
donde la tierra limita
con el batir de campanas
de la triunfal alegría!

Porque nació frente al alba,
y porque el alba madrina,
le dio aquel nombre que pide,
para decirlo, sonrisa...
El nombre que puede ser
de flor o de lluvia fina,
y que también lleva el Ángel
de júbilo: ¡Barranquilla!

Nueva Presencia
(Del libro Secreta Isla)
Venías de tan lejos como de algún recuerdo.

Nada dijiste. Nada. Me miraste los ojos.
Y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.

Desde una azul distancia me caminó las venas
una antigua memoria de palabras y besos,

y del fondo de un vago país entre la niebla
retornaron canciones oídas en el sueño.

Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.

La tarde reclinaba su frente pensativa
en las trémulas manos de los lirios abiertos,

y a través de las nubes los pájaros errantes
abrían sobre el campo la página del vuelo.

Con los hombros cargados de frutas y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento,

y en el instante claro de los bronces mi alma,
llena de ángelus, era como un sitio en el cielo.

Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alba de un verso.

Una vez. No sé dónde... Y el amor fue, tan sólo,
encontrarte de nuevo

Elegía de Leyla Kháled
(De el libro Reencuentro)
Te rompieron la infancia, Leyla Kháled

Lo mismo que una espiga
o el tallo de una flor,
te rompieron
los años del asombro y la ternura,
y asolaron la puerta de tu casa
para que entrara el viento del exilio.

Y comenzaste a andar,
la patria a cuestas,
la patria convertida en el recuerdo
de un sitio que borraron de los mapas,
y dolía más hondo cada hora,
y volvía más triste del silencio,
y gritaba más fuerte en el castigo.

Y un día, Leyla Kháled, noche pura,
noche herida de estrellas, te encontraste
los campos, las aldeas, los caminos,
tatuados en la piel de la memoria,
moviéndose en tu sangre roja y viva,
llenándote los ojos de sed suya,
las manos y los hombros de fusiles,
de fiera rebeldía los insomnios.

Y comenzaron a llamarte nombres
amargos de ignominia,
y te lanzaron voces como espinas
desde los cuatro puntos cardinales,
y marcaron tu paso con el hierro
del oprobio.

Tú, sorda y ciega, en medio
de las ávidas zarpas enemigas,
ardías en tu fuego, caminante
de frontera a frontera,
escudando tu pecho contra el odio
con la incierta certeza del regreso
a la tierra luctuosa de que fueras
por mil manos extrañas despojada.

Te vieron los desiertos, las ciudades,
la prisa de los trenes, afiebrada,
absorta en tu destino guerrillero,
negándote al amor y los sollozos,
perdiéndote por fin entre la sombra.

Nadie sabe, no sé cuál fue tu rumbo,
si yaces bajo el polvo, si deambulas
por los valles del mar, profunda y sola,
o te mueves aún con la pisada
felina de la bestia que persiguen.

Nadie sabe. No sé. Pero te alzas
de repente en la niebla del desvelo,
iracunda y terrible, Leyla Kháled,
oveja en lobo convertida, rosa
de dulce tacto en muerte transformada.

Huésped sin sombra
(Del libro Reencuentro)
Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.

Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.

No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.

Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.

Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.

Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.

Raíz Antigua
(Del libro Secreta Isla)
No es de ahora este amor.

No es en nosotros
donde empieza a sentirse enamorado
este amor, por amor, que nada espera.
Este vago misterio que nos vuelve
habitantes de niebla entre los otros.
Este desposeído
amor, sin tardes que nos miren juntos
a través de los trigos derramados
como un viento de oro por la tierra;
este extraño
amor,
de frío y llama,
de nieve y sol, que nos tomó la vida,
aleve, sigiloso, a espaldas nuestras,
en tanto que tú y yo, los distraídos,
mirábamos pasar nubes y rosas
en el torrente azul de la mañana.

No es de ahora. No.
De lejos viene
--de un silencio de siglos--,
de un instante
en que tuvimos otro nombre y otra
sangre fugaz nos inundó las venas,
este amor por amor,
este sollozo
donde estamos perdidos en querernos
como en un laberinto iluminado.

Canción Lejana
Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.

Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.

Después será la enamorada sonrisa,
el beso, la memoria llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiempo, sin palabras.

De golondrina en golondrina
nos llegará la primavera
de la mirada pensativa.

Y un mismo cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.

Alguien pasa
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.

Y yo guardo silencio.

Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.

No sé si tú recuerdas
los días aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogías en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.

Yo sí recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.

Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmín que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.

Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.

Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.

Allá
Si acaso al otro lado de la vida
otra vez, por azar, nos encontramos,
¿se reconocerán nuestras miradas
o seremos tan sólo un par de extraños?

De todos modos te amaré lo mismo.
Juntos. O separados.

Ausencia de la rosa
Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nombre, amor,
la llamaría
el corazón.

Nada queda en el sitio
de su perfume. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiempo.

Sólo yo sé que si la mano
deslizo por el aire, todavía
me hieren sus espinas.

Breve
Llegas cuando menos
te recuerdo, cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas que se inventa
el viento
un día inmensamente azul.

Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.

Canción lejana
Y yo también como la tarde
toda me tornaré dichosa
para quererte y esperarte.
Iluminada de tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna por el aire.

Tú me querrás inmensamente.
Mi corazón será infinito
para la angustia de tu frente.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.
Después será la enamorada sonrisa,
el beso, la memoria llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul de estar contigo
fuera del tiempo, sin palabras.
De golondrina en golondrina
nos llegará la primavera
de la mirada pensativa.
Y un mismo cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños míos:
amor, dolor, sencillamente.

Carta de Roma
Te escribo, amor, desde la primavera.

Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.

La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.

Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.

Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.

Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes Roma busca
su imagen sobre el Tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.

De paso
No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua
entre los dedos.

Dejo este amor aquí...
Dejo este amor aquí
para que el viento
lo deshaga y lo lleve
a caminar la tierra.

No quiero
su daga sobre mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de espinas en la frente
de mis sueños.

Que lo mire mis ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de golondrina
en los espejos frágiles
del mar...
Trémula lluvia
repetida sin fin sobre los árboles.

Tal vez un día, tú
que no supiste
retener en las manos
su júbilo perfecto,
conocerás su rostro en un perfume,
o en la súbita muerte de una rosa.

Deshora
Cuando llegué te habías
ido del brazo de otro amor.

Y no quise decirte: «Vuelve,
perdóname esta vez,
se me hizo tarde,
fue un pequeño descuido
de la vida, una leve
distracción del destino».

Aquel silencio que selló mis labios
me hiere todavía el corazón.

Desvelo
A la hora del alba cuando el sueño
me abandona,
recorro los momentos
de nuestro amor, en busca
de los rostros de entonces,
los sueños, las palabras.

Todo en vano.

Nos fue borrando el tiempo,
sus implacables manos,
deshaciendo los cuerpos para sólo
dejarnos, viva llama, que no cesa
de arder en el vacío.

El escudo
Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.
Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.

Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.

Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.

Contra el olvido y su tenaz acoso
defenderá por siempre y a porfía
su condición de escudo milagroso.

El llamado
Tú estarás lejos.

Yo dejaré la vida
como un ramo de rosas
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.

Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
amadas, el silencio
que nos uniera, el arduo
amor que nunca pudo
vencer el tiempo, el roce
de tus manos, las tardes
junto al mar, tus palabras.

Si donde estés tú oyes
que alguna voz te nombra,
seré yo que en el viaje
te recuerdo.

El milagro
Pienso en ti.

La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.

Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,

Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.

El recuerdo
Este día con aire de paloma
será después recuerdo.

Me llenaré de él
como de vino un ánfora,
para beberlo a sorbos cuando quiera
recuperar su aroma.

Antes que vuele hacia el ocaso, antes
de ver cómo se pierde entre la noche.

Este amor
Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.

Como el río que une
con sus manos de agua
las orillas que aparta,
como el tiempo también,
como la vida,
que nos huyen viviéndonos,
dejándonos
cada vez menos nuestros
y más suyos,
este amor.

Como decir mañana
y estar pensando nunca,
como saber que vamos
hacia ninguna parte
y sin embargo nada
podría detenernos,
como la mansedumbre
del mar, que es el anverso
de ocultas tempestades,
este amor.

Este
desesperado amor.

Huésped sin sombra
Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.

Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.

No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.

Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.

Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.

Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.

Instante
Ven mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.

Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.

Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.

La ausencia
Se me perdió tu huella.
Un viento
huracanado y frío la borró del sendero,
dejándonos los pasos
sin rumbo alguno ahora,
sin saber hacia dónde
orientar el destino.

En torno de esta inmensa
soledad gira y gira
el desmedido anillo
del horizonte en vano.

Me llaman los caminos
pero no los encuentro:
tu voz, mi rosa náutica,
mi rosa de los vientos,
se me apagó en la noche.

La hoguera
Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa a la ceniza se resiste.

Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.

Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.

Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.

La tarde
Te contaré la tarde, amigo mío.

La tarde de campanas y violetas
que suben lentamente a su pequeño
firmamento de aroma.

La tarde en que no estás.

El tiempo, detenido, se desborda
como un dorado río.
Y deja ver en su lejano fondo
no sé que cosas olvidadas.
El día vuelve aun en una ráfaga
de sol,
y fija mariposas de oro
en el cristal de aire...
Hay una flauta en el silencio, una
melancólica boca enamorada,
y en la torre teñida de crepúsculo
repiten su blancura las palomas.

La tarde en que no estás... la tarde
en que te quiero.

Alguien que no conozco,
abre secretamente los jazmines
y cierra una a una las palabras.

Memoria
Mar de mi infancia. Caracolas,
arena de oro, velas blancas.
Si alguien cantaba entre la noche
a las sirenas recordaba.

Simbad venía en cada ola
sobre la barca de mi sueño,
y me nombraba capitana
de su fantástico velero.

El viento izaba las gaviotas
alto más alto de sus mástiles.
Y por las nubes entreabiertas
pasaba el cielo con sus ángeles.

Los compañeros no sabían
-yo nunca dije mi destino-
que en el anillo de la ronda
iba la novia del marino.

Muerte del olvido
Se me murió el olvido
de repente.

Inesperada-
mente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.

En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.

Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminable-
mente.

Muerte mía
"La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.

La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!

Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro

La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía.

¡Otra cosa es la muerte!"

Narciso
Asomado a la fuente ve que el agua le mira
con el trémulo asombro de su propia belleza.
Los ojos ya no pueden rescatar la mirada
que ha olvidado en las redes hialinas del espejo.

Nunca nadie en la tierra
quedará como él, ensimismado
en el reflejo fiel de su hermosura,
nunca nadie perdiera
como él la certeza de las horas,
fijo en la verde orilla e inclinado
sobre el tiempo sin tiempo de su imagen.

Y cuando acerca el beso
a los labios que ascienden,
no sabe cómo cae, cómo huye por fin
su desbordado amor entre las ondas.

La flor que así lo cuenta
lleva su nombre gualda
entre las manos.

Nueva presencia
Venías de tan lejos como de algún recuerdo.

Nada dijiste. Nada. Me miraste a los ojos.
y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.

Desde una azul distancia me caminó las venas
una antigua memoria de palabras y besos,

y del fondo de un vago país entre la niebla
retornaron canciones oídas en el sueño.

Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... Y se detuvo el tiempo.

La tarde reclinaba su frente pensativa
en las trémulas manos de los lirios abiertos,

y a través de las nubes los pájaros errantes
abrían sobre el campo la página del vuelo.

Con los hombres cargados de frutos y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento,

Y en el instante claro de los bronces mi alma,
llena de ángelus, era como un sitios del cielo.

Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alma de un verso.

Una vez. No sé donde... Y el amor fue tan sólo
encontrarte de nuevo.

Otra presencia
Ahora estamos unidos
para siempre.

No importa que te hayas
marchado,
que la puerta
no se abra más
para esperar tus pasos,
ni importa que en las manos
que me encuentran
no me rocen las tuyas.

Andas conmigo,
vas, vienes a mi lado,
y miras con mis ojos
derramarse en el mar
el ocaso.
Oyes el viento en la noche
cuando pasa estremeciendo
las ventanas,
Y me sigues constante
por la oscura comarca
del insomnio.

Revestida de ausencia
tu perdida presencia
me acompaña.

Pasa el viento
De aquel amor que nunca fuera mío
y sin embargo se tomó mi vida,
me queda esta nostalgia repetida
sin fin, cuando sollozo y cuando río.

A veces desde el fondo del estío,
llega la misma música entre oída
en el tiempo gozoso, la encendida
música que cayera en el vacío.

Y quiere asirla el corazón. Beberla
como un vaso de vino. Retenerla
para creer de nuevo en la dulzura.

Pero se escapa y huye con el viento,
y me deja tan sólo este lamento,
donde esconde su rostro la amargura.

Perfume
Vuelvo a tenerte, amor,
como si nunca
te me hubieras ido.

Tus manos me recorren
el rostro suavemente,
y te oigo la voz en un
susurro
que me roza el oído.

Vuelvo a tenerte
y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista.

Presencia en el olvido
Tú ya no tienes rostro en mi recuerdo. Eres,
nada más, la dorada tarde aquella
en que la primavera se detuvo
a leer con nosotros unos versos.

Y eres también esta tenaz y leve
melancolía que sus pasos mueve
sobre mi corazón,
y casi no es
melancolía...

Alguna vez yo tuve
tu rostro y tus palabras...
¡Hoy no sé qué se hicieron!

Hoy eres solamente
esas pequeñas cosas que se llaman
un día, un libro, el lento

caminar de la mano de la estrella,
y a veces, -pocas veces-, el silencio
fijándome los ojos desolados
en un sitio del aire, como ciegos...

Yo se que estás lejano de mi límite.
Que ya no eres ni la voz ni el eco...
si por el cauce de mi sangre subes,
llegas, vano fantasma, hasta mi sueño.

Y te quiero mirar, y es esta tarde
dorada, que ya dije,
lo que encuentro...

La tarde que tenía un campanario
entre los dedos
y una humana dulzura en la manera
de entendernos...

Tú ya no tienes rostro.
Ya no eres.

Raíz antigua
No es de ahora este amor.

No es en nosotros
donde empieza a sentirse enamorado
este amor por amor, que nada espera.
Este vago misterio que nos vuelve
habitantes de niebla entre los otros.
Este desposeído
amor, sin tardes que nos miren juntos
a través de los trigos derramados
como un viento de oro por la tierra,
este extraño
amor,
de frío y llama,
de nieve y sol, que nos tomó la vida,
a leve, sigiloso, a espaldas nuestras,
en tanto que tú y yo, los distraídos,
mirábamos pasar nubes y rosas
en el torrente azul de la mañana.

No es de ahora. No.
De lejos vine
-de un silencio de siglos,
de un instante
en que tuvimos otros nombres y otra
sangre fugaz nos inundó las venas-,

este amor por amor,
este sollozo
donde estamos perdidos en querernos
como en un laberinto enamorado.

Reclamo
¡Amor! ¡Amor! ¡Qué has hecho de mi vida!
mi vida era como un agua mansa,
como un agua ceñida. ..

Antes de ti, ¡qué fácil para el alma
la espera de sus pasos, y qué fácil
su ligera partida...!

Antes de ti, ¡qué fácil la ventura
frente a la lluvia clara y el silencio
de las tardes dormidas...!

Pero contigo, Amor, cómo se vuelven
la espera y el partir angustia viva. ..
¡Cómo tus manos claras, inasibles,
rompen las horas mías!

Contigo, Amor, la lluvia no es "la lluvia'"
ni me da su regalo de sonrisas,
y es tortura el silencio cuando pasa
por las tardes dormidas...

***
Antes de ti, qué fácil el olvido
del país todo rutas para el sueño
que detrás de sus ojos existía...

Antes de ti, qué fácil el momento
de la estrella primera, sobre el Ángelus
brillando sorprendida...

Pero contigo, Amor, cómo se vuelven
la estrella y olvidar angustia viva...
Cómo tus manos claras, inasibles,
la dulzura me trizan...

Contigo, Amor, este fingido gozo
mientras el alma cuenta sus espinas,
y esta quebrada voz para su nombre,
y este afán inquietando la alegría...
***
Contigo este decir atribulado...
¡Amor! ¡Amor! ¡Qué has hecho de mi vida!

Reminiscencia
Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.

Y supe de repente
-no sé si tú también-
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

Soneto a la rosa
En las manos del alba vi la rosa.
Huía de sí misma perseguida
por su propia hermosura repetida
en pétalos y en rosa jubilosa.

Con un alto vaivén de mariposa
la rosa, ya en el aire, detenida
quedaba entre la luz, estremecida
de aromas y de fuga luminosa.

Inmóvil sobre el viento desvelado
en rosa de vitral se convertía
la rosa del temblor atormentado.

El día la tocaba. Y era el día
en torno de la rosa, desalado
arroyo de insistente melodía.

Soneto del amor evocado
Toca mi corazón tu mano pura,
lejano amor cercano todavía,
y se me vuelve más azul el día
en la clara verdad de la hermosura.

Memoria de tu beso, la dulzura
recobra su perdida melodía.
y torna al cielo de la frente mía
el ángel inicial de la ventura.

El viento es otra vez un manso río
de jazmines abiertos. El estío
entreabre su vena rumorosa.

Y el tiempo se detiene desvelado,
a orillas del recuerdo enamorado
que enciende el corazón cuando le roza.

Soneto en el amor
Estoy, amor, en ti y en el dorado
desvelo de tu clima deleitoso,
con el ardido corazón gozoso
de su vivo tormento enamorado.

Y te nombro mi día iluminado.
Y te digo mi tiempo jubiloso.
Alto mar de hermosura sin reposo
a la cima del sueño levantado.

Estoy, amor, en ti. Bajo tu cielo
lejanamente mío, crece el duelo
y crece la sonrisa, dulcemente.

Y el canto va subiendo, sostenido
por tu mano, azahar desvanecido,
a la orilla del alba transparente.

Soneto insistente
Cuando presiente el corazón la gloria
de ser libre por gracia del olvido,
me llegue entre la noche, como el ruido
del mar en la distancia, tu memoria.

Con ella viene la tenaz historia
de lo que pudo ser y nunca ha sido.
Arduo amor ni ganado ni perdido,
batalla sin derrota y sin victoria.

Cada vez que en mi mano reverdece
la rama del olvido y aparece
después de la tormenta la alegría,

algo tuyo regresa de la nada
y de nuevo destruye la dorada
esperanza fugaz de un claro día.

Soneto marinero
Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.

Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
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