La ciencia enriquece la inteligencia,
la literatura enriquece la personalidad
Cuando dos
personas se (re)encuentran siempre estará presente ese “hola, cómo estás” que
encierra mucho más que una forma de cortesía, es un qué ha pasado en tu vida;
qué has vivido para que este encuentro se dé. Ah, pero si es la primera vez que un par de vidas se encuentran y el uno está
interesado en el otro, entonces estos eventos pasados y desconocidos cobran
mayor relevancia; porque mal que bien sabemos que todas las experiencias por
las que hemos pasado nos definen y las contamos como una manera de presentarnos,
como una explicación para que ese otro entienda el porqué de las actitudes
propias frente a los asuntos cotidianos de la vida. Pero atendiendo a nuestro
asunto, el compartir historias en el aula, el aspecto lúdico de la lectura en
el proceso de aprendizaje debemos decir que, como afirma Larrosa “Los buenos
estudiantes no van al aula a preguntar, y mucho menos a responder, sino a
escuchar” haciendo referencia a el concepto de María Zambrano sobre el ‘aprender
de oído’ de recuperar la voz que habla en el aula como un intercambio de el
sentido humano del aprender. (Larrosa, Aprender de oido, 2008) Con todo, el
presente texto se presenta como un trabajo exploratorio del papel de la lectura
y la escritura en el ámbito de la experiencia pedagógica.
Para qué se lee, papel de la literatura en la formación del lector
El conocer
historias ya sea de manera oral o escrita moldea en el lector un carácter y una
personalidad diferentes, que puede resultar en una mejor o peor persona. Pero
como a lo que nos convoca el presente
texto es el efecto pedagógico que tiene la lectura y por ende, la escritura; ya
que son dos actividades que de uno u otro modo son inseparables aún más cuando
nos referimos al contexto del aprendizaje y la academia; nos enfocaremos en
revisar la ‘utilidad’ de la lectura, para lo cual distinguiremos en principio
tres aspectos: lectura como entretenimiento; lectura como conocimiento y la
lectura como vehículo de cultura. Del primero de estos tipos de lectura podría
decirse que pertenece al espacio del ocio, como un escape de las
responsabilidades cotidianas, un dejar de hacer. Pero no es tan así, pues en
ese dejar de hacer haciendo subyace un dejo de leer como para pasar (perder) el
tiempo aunque bien sabemos que no existe una lectura inútil o vana: en toda
lectura hay un aprendizaje sea del tipo que sea. Lo que nos lleva a los otros
dos tipos de lectura mencionados.
Del segundo tipo
de lectura podríamos decir que inevitablemente se aparta del anterior por ese tinte
de todo se vale y lo que gusta, entretiene, pues la lectura como medio de
conocimiento debe forjar en el lector su capacidad argumentativa, su
conocimiento de mundos y posibilidades a las que de otra forma no se podría
tener acceso, y que además proporciona al lector “esquemas o pautas para el
conocimiento de los mecanismos de las relaciones humanas, la creación,
manipulación y uso de los sentimientos, o para el análisis de las relaciones de
poder dentro de una sociedad.” (Bertolo, 1997) Por lo que los textos
deben ser de mayor calidad y profundidad en el área del conocimiento en las que
el lector esté interesado.
Del tercer tipo,
la lectura como vehículo de cultura, se debe decir que se debe tener en cuenta
de antemano lo que se entiende por Cultura dentro de una sociedad. Ya que se
trataría desde entender la lectura como una forma de cultivar los conocimientos,
como un proceso; hasta concebirla como un aspecto cuantitativo, es decir,
entenderla como la capitalización de mucha cultura. Pero qué es lo culto, es
acaso lo que impune un agente social que aprueba o desaprueba lo que se debe o
no leer —lo que se debe o no sentir—, y
en consecuencia escribir. (ibíd.)
Pero estos tres
enfoque de la ‘utilidad’ de la lectura no deben tomarse de manera
independientes pues toda lectura debería tener un aspecto lúdico y de
entretenimiento por más académica que pueda ser; y en contraste toda lectura
debe cultivar el conocimiento por más ligera que pueda parecer. Pero sobre todo
toda lectura debe proporcionar al lector una capacidad crítica y analítica de
las relaciones sociales de su contexto.
Aunque la
intención no es saturarse de información o conocimiento a toda carrera sin
darse espacio para la reflexión de la lectura y por qué no, de la relectura,
para que esta represente una real transformación en el ser y el sentir del
lector. Que tal lectura no responda puramente a exigencias académicas que
imponen objetivos sin sentido en estrechos lapsos de tiempo. No. Muy por el
contrario que la lectura “le permita [al lector] cualificar su dimensión
existencial. La experiencia de la lectura debe cerrar la brecha entre lo
conceptual y lo vivencial, es decir, debe permitirnos ser más y vivir mejor,
porque avanzamos hacia el mejoramiento. Ella debe tocarnos desde la totalidad
de la existencia y no desde la periferia.” (HurtadoV & Giraldo S, 2002)
La relación pedagogía y arte literario
En el mundo
ficcional en el que nos envuelve un relato literario se plantean problemas y
soluciones que de uno u otro modo pueden llegar a trasladarse a las vivencias
personales del lector, aunque no siempre tal lector se llegue a identificar con
el personaje central de los relatos; ya sea porque no presentan las características
que admira el lector, o porque el personaje es tratado dentro del mundo
ficcional como anti- héroe —concepto que
se revisará más adelante—. Pero lo anterior el efecto pedagógico de la lectura
no puede tomarse a pie juntillas, pues los lectores establecen diferentes
relaciones con el mundo ficcional del relato, así como diferentes enfoques de
crítica de acuerdo a su contexto:
la relación: pedagogía y literatura como línea de
indagación para la investigación en pedagogía, implica no entender las novelas
de formación como textos para enseñar algo, como un conjunto de libros que
pueden ser utilizados en las aulas de clase con el propósito de que los y las
estudiantes encuentren una enseñanza para sus vidas, sino como fuentes
primarias para un estudio pedagógico e histórico acerca de la formación humana.
(Rodríguez Arango, 2009)
Es decir que el
lector-aprendiz no toma los textos leídos como un modelo a seguir propiamente,
sino como una herramienta de aprendizaje lúdico y de reflexión crítica de su
contexto inmediato.
Novela de formación o novela pedagógica
Este subgénero
literario se caracteriza por narrar las experiencias de un protagonista joven
que comienza su vida como adulto y al que le acontecen una serie de eventos
definitivos en su formación personal y que se define no tanto por las
decisiones que toma, sino por aquellas que toman quienes le rodean. Moretti,
citado por Rodríguez Arango (2009). Aunque este segundo autor también presenta
una definición de Bajtín que se aparta de esta concepción biográfica, afirma
que se trata más de un espacio de existencia histórica y como respuesta a un
cambio de mundo.
De acuerdo a la
definición de héroe, dentro del hecho narrativo estudiado por Bajtín, es aquel
al que a pesar de todos los eventos dramáticos el héroe no cambia, permanece
inmutable. Pues bien, en la novela pedagógica esa es la característica central,
el héroe protagonista es el que cambia el personaje y al que el narrador
presenta en el inicio del relato nunca es el mismo del final, ha sufrido un
giro, una ruptura, ha interiorizado un nuevo orden de valores, (Bajtín, 2003,
citado Rodríguez Arango,2009) casi siempre tal cambio se da junto con
experiencias de la vida adulta. En el contexto de los estudios literarios este
subgénero es conocido como: bildungsroman,
y según algunos teóricos se debe distinguir entre novela de formación femenina
y novela de formación masculina. Dado esto el anti-héroe es aquel que
transgrede el orden de valores de una sociedad, generando así un proceso de
reflexión distinto a los ojos del lector.
Así, La novela
pedagógica es un medio poéticamente sofisticado que busca convencer o persuadir
al lector de determinada verdad de tipo moral y como toda literatura violenta
cuestiona el lenguaje trivial y fosilizado; violentado y cuestionado. Una
literatura que no ofrece al lector un mundo ya pensado, sino más bien un mundo
de posibilidades sin discernir, de imágenes no convencionales. Hablamos pues de
dos literaturas la que trasmite al lector lo ya pensado y la que lo hace
pensar. Nos referimos aquí a esa literatura que crea inquietud, que más allá de
todo impulsa al lector a conducir su humana existencia, inquietándola,
cuestionándola, llevándola más allá de si misma.
Pero entonces qué es lo verdaderamente pedagógico en la novela, pues aunque haya lecturas que puntualmente enseñen algo y dentro del mismo texto se señale lo verdaderamente pedagógico: de lo que se trata en últimas es del efecto de la lectura. Pero en algunos espacios a pesar de conocerse de antemano este concepto, se busca siempre tutelar la tarea pedagógica de la lectura, estableciendo los modos y enfoques interpretativos del texto, diseñando esquemas de lectura que cumplan con un ‘objetivo pedagógico’ predeterminado. (Larrosa, La novela pedagógica, 2003)
El espacio de la experiencia
Al inicio del
texto comentaba el hecho de narrar y escuchar la narración de experiencias como
un aspecto lúdico de la vida cotidiana pero la palabra experiencia se trabaja
todos los días en diferentes contextos: desde el enfoque de práctica
estudiantil, hasta la experiencia laboral y profesional requerida para
desempeñar una labor. Aquí vamos a entenderla, como lo señala Larrosa, desde el
enfoque vivencial de aquello que nos pasa,
eso que me pasa. De lo que distinguiremos tres aspectos: en principio ‘eso’
que me pasa; luego el ‘me’, y finalmente el me ‘pasa’.
En cuanto a ‘eso’ que me pasa, se entiende como aquello que nos sucede y en lo
que no tengo ninguna posibilidad de influir, que es independiente de mi opinión
y voluntad. Algo que sucede en rededor mío; que a pesar de ser extraño a mí,
influye en mí. A esto Larrosa lo llama ‘principio de alteridad’ ya que es algo
otro, algo completamente otro, radicalmente otro; y quiero que recordemos aquí
una de las características principales del personaje de la novela pedagógica:
“al que le acontecen una serie de eventos definitivos en su formación personal
y que se define no tanto por las decisiones que toma, sino por aquellas que
toman quienes le rodean.” Moretti, citado por Rodríguez Arango (2009); pues tal
experiencia se mantiene como exterioridad, se mantiene irreductible a mi
accionar: ‘principio de alteridad’.
Ahora bien en ese
que me pasa está también el ‘principio
reflexivo’ de ‘me’ ya que es a mí al que me pasa, soy yo el
lugar de la experiencia, ya que la Experiencia es lo que me afecta a mí y es
siempre subjetiva e individual para cada quien, cada uno vive su propia
experiencia que transforma al sujeto. De esta forma puede decirse que a tal
principio reflexivo le subyacen tanto el principio de transformación como el
principio de subjetividad.
Por último,
el ‘pasar’ de eso que me pasa es un paseo, una aventura, lo que sucede en el
sujeto como espacio donde se desarrolla la aventura, un territorio de paso, una
superficie sensible que luego de ese paso, cambia: queda marcada. Como puede
verse, el sujeto no tiene un papel activo sino más bien pasivo, pacientivo,
pasional: “principio de pasión”. (Larrosa,
Sobre la experiencia, 2012)
Pero ¿a qué viene
todo esto? Pues que un lector puede estudiar muy juicioso un texto e incluso
abordar y responder todas las preguntas que se hagan sobre el mismo, como
afirma Steiner:
Quien haya leído
La Metamorfosis de Kafka y pueda mirarse impávido al espejo, ese es capaz
técnicamente de leer letra impresa, pero es un analfabeto en el Único sentido
que cuenta. (Steiner, 1994, pág. 26)
Y cuál es el
sentido que cuenta: pues no es otra cosa que la experiencia misma de la lectura, una lectura en la que se pone en
relación directa el texto y la propia subjetividad. Y sí, hemos llegado de
nuevo al mismo punto en que dejamos el apartado anterior, pero esta vez vamos a
dar un paso más siguiendo a Larrosa a
fin de concluir este apartado: De un lado tengo la experiencia lectora que
busca establecer una relación con algo externo a mi subjetividad propia. De
otro, tal relación tiene lugar en mí generando una situación reflexiva de si,
transformando mi subjetividad haciéndome otro. Y finalmente, en la experiencia
de tal relación soy afectado, me deja una huella y termino siendo otro, y ese
otro es más consciente de lo que me forma, de lo que me deforma y lo que me
conforma; pero sobre todo de aquello que me transforma. Y no puedo pasar al siguiente
apartado sin compartirles una boutade de Kafka y que comenta Steiner:
Si el libro que
leemos no nos despierta como un puño que nos golpeara en el cráneo, ¿para qué
lo leemos? ¿Para qué nos haga felices? Dios mio, también seríamos felices si no
tuviéramos libros, y podríamos, si fulera necesario, escribir nosotros mismos
l0s libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos tener son esos libros que
se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban
profundamente, como la muerte de alguien a quien amamos más que a nosotros
mismos, como el suicidio. Un libro debe ser como un pico de hielo que rompa el
mar congelado que tenemos dentro (Steiner, 1994, pág. 101)
La escritura desde la experiencia vivida
Ahora bien,
siendo consiente de esa transformación que he sufrido con la experiencia de la
lectura que me ha hecho consiente de lo que me forma, conforma y deforma, viene
el hecho de tal transformación de mi propio lenguaje. Porque si bien son muy
importantes las premisas que he leído es aún más importante como tales textos
“me ayudan a hablar por mí mismo, a escribir por mí mismo, en primera persona,
con mis propias palabras […] Lo importante, desde el punto de vista de la experiencia,
es cómo la lectura (…) puede ayudarme a pensar lo que aún no sé pensar, o lo
que aún no puedo pensar, o lo que aún no quiero pensar. Lo importante, desde el
punto de vista de la experiencia, es que la lectura (...) puede ayudarme a formar
o a transformar mi propio pensamiento, a pensar por mí mismo, en primera
persona, con mis propias ideas.” (Larrosa, Sobre la experiencia, 2012, pág. 94).
Hemos llegado al
punto en que la experiencia de la lectura anima al ejercicio escritural, pues
la lectura y la escritura, desde mi punto de vista, no son ejercicios interdependientes entre sí.
Así que para continuar por esta senda lo haremos también de la mano de Larrosa,
puntualmente de su texto “la escritura académica” sin olvidarnos del concepto
de La Experiencia que hemos venido trabajando. Y es que si hemos dedicado
varias páginas a desarrollar y explicar la experiencia de la lectura y su papel
en el proceso de aprendizaje, por qué no hablar también de la experiencia de la
escritura o mejor aún de la escritura desde la experiencia.
La lectura nos ha
provisto de un pensamiento y una voz propios, esa voz que busca escuchar el
buen estudiante en el aula y que el lector debe escuchar en lo que escribimos.
La escritura académica, nos han dicho, para que sea académica debe tener
determinadas características, entre ellas: una estructura formal rígida, un
vocabulario no coloquial, una impersonalización fría, entre otras. Sin tales
características los textos no son académicos: “eso no es científico” nos comentan,
eso no es ciencia, eso no es Lingüística, eso no es Psicología, hay que cumplir
con los parámetros pre establecidos. De esta forma la escritura académica se ha
venido convirtiendo en una acartonamiento tedioso de leer; en tales escritos el
estudiante no encuentra la voz que busca, se acostumbra a leer, cuando lee, de
forma utilitaria, con el único ánimo de una nota, de encontrar un dato que
transcribirá entrecomillado en su trabajo semestral. Esto combinado con una
lectura no reflexiva de los textos termina en criticas del tipo: «“¡es muy
interesante, muy sugerente” o “está muy bien escrito”, como quien dice: “no sé
lo que hacer con lo que usted escribe, no sé qué pensar, más bien creo que no
sirve para nada, pero está bien escrito”.» (Larrosa, La escritura académica, 2003)
En el aula se
enseña una y otra vez cómo se escribe, como se hace una reseña, un texto
comentario, e incluso un ensayo; ¿pero se reflexiona sobre la escritura misma,
sobre la voz que habla en el texto?; ¿se valora el estilo particular de quien
escribe?
Pienso que es
necesario recuperar el aspecto lúdico no solo de la lectura, también de la
escritura, pues “La escritura académica
es alérgica a la risa, porque es alérgica a la subjetividad y a la pasión.” (Larrosa, La escritura académica, 2003). La invitación
entonces es a reírnos en la escritura a jugar con ella a jugarnos la
subjetividad en lo que planteamos en nuestros textos y a no olvidar que cuando
escribimos estamos charlando con un lector que piensa, siente, critica… Pero
también a leer desde la escucha, a recuperar la lectura como relación subjetiva
de Experiencia no solo desde lo que se necesita; buscar que el profesor no tutele
la lectura del estudiante, que el profesor no nos prive de nuestra Experiencia
de lectura, que comparta su propia Experiencia de lectura que el aula se
convierta en un espacio para compartir esas diversas experiencias lectoras a
fin de que cada uno encuentre sus
propios espacios de inquietud de transformación.
Trabajos citados
Bertolo, C. (26 de mayo de 1997). Leer, ¿para qué? Recuperado el
07 de abril de 2013, de Elpaís.com:
http://elpais.com/diario/1997/05/26/cultura/864597605_850215.html
HurtadoV, R. D., & Giraldo
S, J. L. (enero-abril de 2002). Literatura y pedagogía. (U. d. Educación, Ed.)
Revista educación y pedagogía, XIV(32), 85-91.
Larrosa, J. (julio de 2003). La
escritura académica. (R. P. Educativa, Ed.) Recuperado el 12 de abril de
2013, de edudist.uv.mx:
http://edudist.uv.mx/eminus/cursos/DVV999/DVV999D14/DVV999D14X02/__4ct1v1d4d__/DVV999D14X0208/modulo3/docs/El.Ensayo.y.la.Escritura.Academica.pdf
Larrosa, J. (2003). La novela
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523-553). Mexico: Fondo de Cultura Económica.
Larrosa, J. (abril de 2008). Aprender
de oido. Recuperado el 16 de abril de 2013, de Lacentral.com:
http://www.lacentral.com/pdf?op=articulo&id=34&idm=1
Larrosa, J. (2012). Sobre la
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www.raco.cat/index.php/Aloma/article/download/103367/154553
Rodríguez Arango, S. C. (julio
de 2009). La novela de formación y sus relaciones con la pedagogía y los
estudios literarios. Recuperado el 11 de abril de 2013, de Cielo.org:
http://www.scielo.org.co/pdf/folios/n30/n30a09.pdf
Steiner, G. (1994). Lenguaje
y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano.
Barcelona: Gedisa.
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