2020-10-31 0 comentarios

Nunca es tarde

 No les tengo confianza
a mis palabras.
Flotan muertas ahora
ante sus ojos,
simulan decir,
quieren hablar
intentan parecer.
Acceden a los sueños
de cada uno, los míos,
los suyos, diez mil
espejos a la vez,
putas generosas
sirven a dios y al diablo.
Me he cansado
de mis palabras.
Se las presto.
Para el caso, es lo mismo.
—María Mercedes Carranza

2020-10-30 0 comentarios

El dios que adora


 

2020-10-29 0 comentarios

PATRIA

¡Alto! Levantaré los brazos.
No es mi primera rendición
ni será la última.
Todas las noches pacto
un armisticio. Bajo
una bandera blanca
van mis sueños.
Si despierto perderé mi patria.
—Luis Aguilera

2020-10-28 0 comentarios

YO, EL BUFÓN DIGO

 Dejarlos para siempre,
mis semejantes,
de mi ilusión, de mi flaqueza creados
para mi engaño y alegría.
¿Qué les debo?
Nada y menos que nada,
la tolerancia de un instante,
la cortesía fingida.
Porque cortés he sido en demasía,
aún generoso,
lleno de modales,
que por lo mismo ha sido fatuo y ruin.
Me he mostrado dispuesto
a la veleidad humana de sus vidas,
que en nada, a la verdad,
me han importado.
A la mentira que es sonrisa,
calor de conveniencia,
mano extendida para estrechar
una distancia.
Dejarlos, ¿digo? Déjenme
pues al gesto primero de no importa
que mano, correria
otra vez tras su halago miserable.
—Jaime García Maffla


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ROMANCE BAJO LA LUNA

 Si hubiera sabido que esa gata en celo era una princesa encantada, yo hubiese hecho hasta lo imposible para desencantarla, porque las mujeres están en vías de extinción y es un milagro encontrar una.

Pero sólo le hice el escándalo del amor lunático, y así le excité el furor de su instinto felino y le aticé el fuego maléfico del hechizo.

Por eso ando así: arañado, insomne entre los escombros de la luna, amenazado por la luz, gateando con las rodillas heridas por la noche de los tejados, aprendiendo a maullar, buscándola.

—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina


2020-10-27 0 comentarios

EL TIEMPO

Uno de tus días
                    (Dios se apiade de ti)
Hallarás de todos modos a aquel viejo de aspecto estúpido
Que no se ha sacudido el polvo de encima en muchos años
y blasfemando como en una taberna
Sentado ante una mesa con tablero de chaquete y dados
Que como no tardas en advertirlo juega con su mano
izquierda contra su mano derecha
Y te asegura que —por todos los demonios— siempre pierde
Y apostando tres veces a su mano izquierda gana
tres veces la derecha
Hasta que no dudas más de su palabra y te sientas a su mesa de juego
Con la certeza de que jamás perderás frente a semejante adversario
Olvidando que cada mano a su turno, ganara para
lo que la otra ha perdido.
—RAUL HENAO

2020-10-26 0 comentarios

KAMPEONES

 En la revista del colegio
una fotografía de treinta años atrás
donde estamos posando sudorosos
después de la victoria.
Todos tenemos un aire de grandeza
que hemos ido gastando:
El gallego Tomás
el pecoso Pedroza
el maracucho Antonio
que hizo un gol memorable
y ahora tiene
una casa de citas en Valencia.
El tatareto Vega
que era puntero izquierdo
y ahora juega a político
por el ala derecha.
Siboney, el negrito centro-medio
y Juan Ramón «Pocillo»
—porque tenía una oreja, solamente—
Al respaldo con mi letra de entonces
una larga leyenda que comienza
Campeones (con K)
el nombre y los apodos del equipo
los goles y su hazaña
—con fecha y hora—
de esa tarde de marzo
cuando fuimos
brevemente inmortales.
— Miguel Méndez Camacho

2020-10-25 0 comentarios

ENEMIGO

Me senté
a la orilla del río
y no vi pasar flotando
el cadáver de mi enemigo.
Me senté
a la orilla del camino
y no vi pasar
el entierro de mi enemigo.
¿Qué se habrá hecho mi enemigo?
¿A la orilla de qué río
o de qué camino
Se habrá sentado mi enemigo? 
—Jotamario Arbelaez  (Cali, 1940) 


2020-10-24 0 comentarios

CERCANÍA DE LA MUERTE

 El hombre solo habita
una orilla lejana
mira las tarde gris cayendo
mira las hojas blancas
rostro perdido del amor
apenas canta y mueve
la rueda del azar
que lo acerca a la muerte
extranjero de todo
la dicha lo maldice
el hombre solo a solas habla
de un reino que no existe.
—GIOVANNI QUESSEP


2020-10-23 0 comentarios

Ombligo de luna


 

2020-10-22 0 comentarios

LOS AMIGOS

A veces me pregunto qué fue de los amigos
después de que los días
han dejado caer su ceniza.
Los que Viven en las barracas
sobre el río, un río que parte la ciudad
en dos tajadas de hierba
donde mujeres lentas de grandes pies
llevan fardos de trapos sobre la cabeza.
El de la cachucha azul y raída
que limpiaba telares.
Su padre era mecánico
y él también quería ser mecánico.
Estoy seguro de que ambos
continúan comiendo su emparedado cotidiano
y su único amor son los tornillos.
El flaco de la bicicleta
que todos envidiaban
porque tenía muchas revistas de Charles Atlas
y decía que era capaz de levantar cien kilos.
Tenía novia y no le gustaban las nubes.
Después muchas ciudades
torres de acero, bulevares,
mujeres pintarrajeadas en las esquinas,
restaurantes, etc., donde todos están
un poco solos,
no se conocen pero se miran,
apuestan a las carreras frente al televisor
los fines de semana
y desean ir al mar.
Yo sigo buscando desde mis papeles
a la muchacha que se paraba
contra el poste de la luz.
—MARIO RIVERO 

2020-10-21 0 comentarios

COMENTARIO DE LA MUERTE

Os preocupáis demasiado de que vuestra casa esté limpia,
y de que vuestros negocios estén sucios.
Lo importante es mantenerse ocupado todo el día,
porque no sabéis qué hacer con el tiempo libre.
Y por eso vivís inventando cosas permanentemente.
Pero yo os digo:
Hay que hacer esta noche una fiesta privada en casa de
cada cual,
porque hoy es víspera de la muerte.
Apuraos.
—JAIME JARAMILLO ESCOBAR 


2020-10-20 0 comentarios

EL TRANSEÚNTE

Todas las calles que conozco
son un largo monólogo mío,
llenas de gentes como árboles
batidos por una oscura batahola.
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo,
las gentes que hallo son simples piedras
que no sé por qué viven rodando,
bajo sus ojos —que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos—
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista,
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos.
Son un largo gemido
todas las calles que conozco.
—Rogelio Echevarría


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Argumentum Ornithologicum

Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.
— Jorge Luis Borges

2020-10-19 0 comentarios

Está la casa sola...

 Está la casa sola,
mi casa de barro lateral
y sus paredes duras
para el sueño,
y otra casa,
la del que vive al lado,
casa de Óscar Henández
habítada por nadie.
—Óscar Henández


2020-10-18 0 comentarios

El brazo del río...

 El brazo del río jamás esgrime espadas.
Los dientes de ajo no comen duraznos.
El ojo de agua desconoce el monóculo.
El cuello de botella no porta collares.
La calle ciega no necesita lazarillo.
La oreja del pocillo no escucha a Beethoven.
Los durmientes del ferrocarril no se despiertan a su paso.
Las palmas de las manos no dan dátiles.
La luna de miel no atrae a las moscas.
Las cabezas de fósforos no tienen aureola aunque alumbren como santos.
El lomo del libro no recibe latigazos.
La garganta del desfiladero no teme al mordisco del vampiro.
La silla de brazos no es pródiga en abrazos.
El ojo de la cerradura no duerme de noche.
El ojo de la aguja ni siquiera pestañea.
La luna del espejo no altera sus fases.
—Óscar Hernández



2020-10-17 0 comentarios

LAS CONTADAS PALABRAS


Escribe, hermano, escribe
para que hagamos un poema,
pero ha de ser escrito con las manos,
con nuestras manos de hombre
¿Y por qué así un poema, con tan pocas palabras?
Porque todas las cOsas deben hacerse asi,
como Dios hizo al mundo,
Con su fe, con sus ojos y con su voluntad.
Además, conocemos apenas muy contadas palabras,
sabemos dos, o tres o cuatro...
hombre, caballo, alambre, arroz.
Que digan los poetas:
atardecer, crepúsculo, navío;
nosotroos no entendemos más que cuatro palabras,
la última es arroz.
Hay que escribir para los hombres,
para el ladrón y para el santo.
Los hombres del mundo dicen sencillamente:
hombre, caballo, alambre, arroz.
Que este poema, hermano,
sea claro a los ojos de los que no comprenden:
atardecer, crepúsculo, navío.
Y es que todos los hombres, iguales a nosotros,
entienden solamente:
hombre, caballo, alambre, arroz.
Desde la humilde esquina de mi casa
mi mano grande dice adiós
Y se mueve en el aire para todos.
Decid conmigo amigos:
hombre, caballo, alambre, arroz.
—Óscar Hernández


2020-10-16 0 comentarios

Que te va a acordar Isabel


 

2020-10-15 0 comentarios

DÍAS DEL MONJE

 Lo que veo es muy sencillo.
Pero lo que no veo
es aún más sencillo.
Desde tu hondura veo
Contra la noche
un ciprés y una rosa.
Y lo que no veo
Solamente es tu hondura.
Me hiciste monje
para cerrar los ojos.
—Carlos Obregón


2020-10-14 0 comentarios

Si mañana despierto

De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
llega al fondo. Mas solo ha sido un plazo
que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día: he tenido el tiempo
en mi boca como un vino.
Suelo buscarme
en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Solo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
a quien la dinastía, el poder, la riqueza, el geniio
todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
el sueno que puedo ser si mañana despierto
y sé que vivo.
Más de súbito el alba me cae en las manos como una naranja roja.
—Jorge Gaitán Durán 


2020-10-13 0 comentarios

RESPONSO POR LA MUERTE DE UN BURÓCRATA


Se te ha borrado súbitamente el mundo
como la lámpara que trasladan a otro aposento.
Ahora son tus tres eternidad de sombra
pues tus sentidos se enfrentan a una nueva inocencia.
Déjame, hermano mio, humedecer mi alma
con la lluvia de tus células bajo la piedra.
Déjame ahora aspirar el olor que tuviste un domingo.
el olor de tu traje ese domingo entre lilas,
cuando descubriste, con ternura parecida alremordimiento,
la cintura de tu mujer
al desnudar una naranja frente al retrato de tu padre.
Déjame recordar el puntito de grasa
en tu corbata de hombre numerado
cuando acariciabas la silueta de una artista de cine
con tus dedos azorados en la gaveta.del escritorio.
Déjame, ¡oh burócrata!, llorar por tus quincenas atrasadas
y tus piyamas demasiado sucias
por las imperceptibles cicatrices que dejaron en tu rostro
Sucesivas liturgias del jabón y la cuchilla de afeitar.
Porque ahora eres profundo y hermoso
como un camino recordado desde otro país.
ya no buscarás tu nombre, hermano mio,
con tu apellido equivocado,
en la modesta narración de un cumpleaños
en el último rincón de un periódico.
Ni alisarás el cristal de tus lentes
mientras un monarca de papeleta
te amonesta por el pecado de retrasarte
contemplando la manana perfumada por el mugido de los eucaliptos
Ni llorarás por la huella de las estaciones
sobre un adiposo libro de contabilidad.
Ahora, pariente delicado del gusano y el ángel,
te disuelves levemente mientras el calendario revolotea sin sentido
sobre las excrecencias farmaceuticas que dejaste sobre tu lecho
Ya ha terminado el suplicio de los ruidos y los olores
que circundaron la monotonia de tus setenta años
Ahora —hombre alimentado por tantos y tan diminutos mendrugos—
has alcanzado, ¡por fin!, la gloria de la putrefacción
pues tu nombre es apenas un poco de tinta
que deshace la lluvia sobre el cartel de una esquina
o la rúbrica dibujada en el papelito
que acaban de arrojar a la canasta de desperdicios
¡Qué lejos, ahora, tu mechón sobre la frente
y la furiosa erección de tus células
Cuando olfateabas el abrigo de una secretaria
abandonado en el lavabo de tu oficina.
Que lejos ahora la fruta del mediodia,
la revista semanal bajo la axila
y el zumbido de las moscas en tu ventana de convaleciente¡
¡Qué distante queda ahora de ti
el cinematógrafo de tu barrio
y la solterona que todos los días esperaba frente a tu puerta
el bus de las tres de la tarde!
¡Qué absurda te debe resultar en la cal del silencio
la disancia que media entre tus párpados y la mejilla de
cuando escuchabas la súplica de un préstamo tu amigo
a la puerta de un ministerio!
Acá has dejado la hojarasca de tus tarjetas timbradas,
las medias zurcidas en la maleta de tu tía.
la Palabra tul que pronunciabas cuando estabas triste.
Acá has dejado un bulto vago,
la memoria de una tos,
el gusto de tu mandibula cuando presentías el ácido de un limón
en la vitrina de un restaurante.
Desde tu ausencia,
desde la estrella que empieza a temblar
en tus zapatos con tacones comidos,
te veo ahora, poderoso y desnudo como la madera,
eterno ya, tranquilo,
con el paraíso conquistado
a través del purgatorio de tus copulaciones solitarias.
Te veo, —¡oh, dolorosamente extraño: ¡oh dulcisimo niño mío!—
en un círculo donde la destrucción
tiene la belleza y el orden
que hace vibrar el oculto lirio de las estatuas.
Te veo aureolado por un ascua magnífica,
en el centro de tu gran llaga,
santificado por la crepitación de tus líquenes,
impartiendo un nuevo ritmo a la lombriz y al estiércol.
Y acá arriba, ¡Dios mío, acá arriba!, entre árboles y casas
e impalpable ceniza,
tu nómina de huesos buscándote como un perro enlutado.
—Héctor Rojas Herazo


2020-10-12 0 comentarios

UN AGUJERO

 

Le pregunto al tendero gordo,
con toda seguridad:
—¿Usted es Dios, señor?
Y él me responde,
mientras Corta trocitos de jamón,
mientras mueren
poco a poco sus ojos:
—No, no soy Dios, pero sí lo conozco.
—¿Cómo es él?—le preguntó.
Y él me responde:—Es así.
Y me da su tamaño, su peso, sus medidas.
—Héctor Rojas Herazo


2020-10-11 0 comentarios

LLANURA DE TULUÁ

Al borde del camino, los dos cuerpos

uno junto al otro,

desde lejos parecen amarse.

Un hombre y una muchacha, delgadas

formas cálidas

tendidas en la hierba devorándose.

Estrechamente enlazando sus cinturas

aquellos brazos jóvenes,

se piensa: sonarán entregadas sus dos bocas,

sus silencios, sus manos, sus miradas.

Mas no hay beso, sino el viento,

sino el aire

seco del verano sin movimiento.

Uno junto del otro están caídos,

muertos,

al borde del camino, los dos cuerpos.

Debieron ser esbeltas sus dos sombras

de languidez

adorándose en la tarde.

y debieron ser terribles sus dos rostros

frente a las

amenazas y los relámpagos.

Son cuerpos que son piedra, que son nada,

son cuerpos de mentira, mutilados,

de su suerte ignorantes, de su muerte,

y ahora, ya de cerca contemplados,

Ocasión de voraces negras aves.

—Fernando Charry Lara



2020-10-10 0 comentarios

Ocurre asi

 Ocurre asi

la lluvia

comienza un pausado silabeo

en los lindos claros del bosque

donde el sol trisca y va juntando

las lentas sílabas y entonces

suelta la cantinela

así principian esas lluvias inmemoriales

de voz quejumbrosa

que hablan de edades primitivas

y arrullan generaciones

y siguen narrando catástrofes

y glorias

y poderosas germinaciones

cataclismos

diluvios

hundimientos de pueblos y razas

de ciudades

lluvias que vienen del fondo de milenios

Con sus insidiosas canciones

Su palabra germinal que hechiza y envuele

y sus fluidas rejas innumerabies

que pueden ser prisiones

o arpas

o liras

—Aurelio Arturo, Silabario



2020-10-09 0 comentarios

Si las nubes no anticipan en sus formas la historia de los hombres

 


2020-10-08 0 comentarios

EL OTRO

Se desprendía la tarde de la tierra.
Me despedí de mí. Me di la mano.
Me quedé en la ventana
mirándome partir.
Volví a mirar de pronto:
estaba en la ventana
abierta hacia el Poniente
en donde ya no estás.
Me fui. Me dejé solo en la ventana.
Y suspiré por mí: solo. Perdido. Lejos.
Y seguí andando sin saber a dónde.
Y no volví de nuevo la cabeza
pues no está bien que así no más un hombre
se eche a llorar.
Me fui pensando que quedaba solo
en la ventana: triste,
sin mí, sin ti, sin nadie.
Abandonado.
Ya para siempre estoy lejos de mí.

—Eduardo Carranza


2020-10-07 0 comentarios

EL GATO

 El gato se acomoda
en el hueco del sueño.
Lo miro con tristeza
porque dormirse
es lo mismo
que perder un mundo.
Indolente
estila posturas dentro de su forma
como esculpiendo
fugitivas figuras
de gatos.
Oigo el tardo
envolver el ovillo de su música.
Y esto he comprendido.
A la hora en que los gatos duermen
—afuera— en los tejados
andan las sombras solas.
gatos negros
Que caen de la luna.
—Luis Vidales

2020-10-06 0 comentarios

Los paisajes ambulantes

Mr. Wilde ha dicho que los crepúsculos están pasados de moda. Es indudable que se podría disimular ese defecto si los paisajes variaran constantemente de sitio. Eso de ver un paisaje en un mismo lugar es necesarianmente aburrido. Lo contrario sería encantador. Y espectacular.

Un grupo de árboles emigrando bajo el cielo. O un árbol que pasara bajo la selva —solo —recto— sobre sus innumerables patitas blancas. Pero entonces la gente inventaría jaulas para cazar paisajes. Y un paisaje dentro de una jaula no debe sentirse contento.

—Luis Vidales 



2020-10-05 0 comentarios

¡Qué tristeza más grande...

 ¡Qué tristeza más grande, qué tristeza infinita
de pensar muchas cosas!... ¡De pensar, de pensar!
De pensar, por ejemplo, que hoy tal vez, Teresita
Alcalá, tu recuerdo me recuerda otra edad...
Yo era niño, muy niño.. Tú llegabas, viejita,
cucaracha de iglesia, por la noche a mi hogar.
Te hacía burlas... Y siempre mi mamá, muy bonita
y muy dulce, te daba más de un cacho de pan...
Tú eras medio chiflada... Yo pasé buenos ratos
destrozando en tu casa, cueva absurda de gatos,
cachivaches y chismes... ¡Oh, qué mala maldad!
Pero ya te moriste... Desde ha tiempo te lloro,
y al llorarte, mis años infantiles añoro,
¡Teresita Alcalá, Teresita Alcalá!
—Luis Carlos López


2020-10-04 0 comentarios

Una noche...

Una noche,
Una noche, toda llena de perfumes, de murmullos y de
músicas de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las
luciérnagas
fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
y eran una sola sombra larga!
Y eran un sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
Ilena de las infinitas amarguras y agonias de tu muerte
separado de ti misma por la sombra, por el tiempo
y la distancia,
por el instinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chillido
de las ranas.
Sentí frío, ¡era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola, ¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de
músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas
Oh las sombras enlazadas que buscan y se juntan en las
noches
de negruras y de lágrimas!
—Una noche,
Una noche, toda llena de perfumes, de murmullos y de
músicas de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las
luciérnagas
fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
y eran una sola sombra larga!
Y eran un sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
Ilena de las infinitas amarguras y agonias de tu muerte
separado de ti misma por la sombra, por el tiempo
y la distancia,
por el instinito negro
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida,
y el chillido
de las ranas.
Sentí frío, ¡era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas
entre las blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada...
Y mi sombra,
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola, ¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil,
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de
músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas
Oh las sombras enlazadas que buscan y se juntan en las
noches
de negruras y de lágrimas!
—José Asunción Silva


2020-10-03 0 comentarios

ASUNTO PENDIENTE

Nadie sabe nada de ese asunto
nos dijo sonriendo
cuando le preguntamos de vuelta,
ya le habíamos preguntado a la ida
y ayer si era blanco o colorado
o la mancha detrás de un prisma mezclador,
mañana le preguntaremos si es fragmentario
o explosivo
y el año pasado si era goloso
o si tenía cierto sabor a limón cortado
y el nos dirá que nadie sabe nada
de ese asunto sin dejar de sonreír.
—Edmundo Perry


2020-10-02 0 comentarios

Pequeña elegía


 

2020-10-01 0 comentarios

Colombia es una tierra de leones

País mal hecho
cuya única tradición
Son los errores.
Quedan anécdotas,
charlas de café,
caspa y babas.
Hombres que van al cine,
solos.
Mugre y parsimonia.
—Juan G Cobo Borda 


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