2013-06-22

Para Gloria

1
Otra vez, esta noche,
sentados a la mesa,
a la larga y angosta mesa de pino
de la cocina.
En torno,
dos lugares vacíos.
Afuera, el viento
amontonó las hojas secas
contra el umbral.
Y otra vez,
hasta el corredor que da al campo,
llegó en la oscuridad el aroma
de las flores del limonero.

2
Mientras la sopa servida humea
y la conversación, un momento agotada,
no se reinicia,
mientras vuelvo a sentir en el tobillo
el hocico helado del perro,
me demoro en las lentas maneras del hermano
reconocido con sorpresa en un gesto.

3
Volver a la casa,
como el que vuelve, ya viejo, a una mujer.

4
También el rostro del hermano
es como el de quien vuelve de algún camino,
las hirsutas pestañas
blancas de polvo.
Ahora, en su tranquila madurez,
un ademán de pronto,
un matiz de la voz,
un treno de la risa
traicionan en él al padre.

5
Después es el temor de tenderse en el lecho
en el que aquella noche
vimos agonizar a nuestro padre,
el oscuro temor de calzar en la horma
de su muerte.
Sonámbulos
Te hablo y mis palabras
se rompen en el borde de tu sueño,
se entretejen con él,
se mudan.
Me das la mano
y no recibo tu mano en mi sueño,
porque allí no penetra tu mano
que se hace otra para ser mía.
Alguien dice algo según su sueño
y alguien otro lo oye desde el suyo.
Alguien entrega algo a algún otro
y este otro recibe otro algo.
Si me contaras tu secreto
no lo comprendería.
Paso mi palma delante de tus ojos
y no me reconoces.
Una Señal
José Manuel Arango

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