Si hubiera sabido que esa gata en celo era una princesa encantada, yo hubiese hecho hasta lo imposible para desencantarla, porque las mujeres están en vías de extinción y es un milagro encontrar una.
Pero sólo le hice el escándalo del amor lunático, y así le excité el furor de su instinto felino y le aticé el fuego maléfico del hechizo.
Por eso ando así: arañado, insomne entre los escombros de la luna, amenazado por la luz, gateando con las rodillas heridas por la noche de los tejados, aprendiendo a maullar, buscándola.
—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina
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