De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
Gustavo Adolfo Bécquer
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Con la tecnología de Blogger.
0 comentarios:
Publicar un comentario