2013-06-19

The Dry Salvages

The Dry Salvages[1]
Por T. S. Eliot
Trad.  José Emilio Pacheco


I
No sé mucho de dioses, pero creo que el río

1
Es un dios pardo y fuerte,
Hosco, intratable, indómito,
Paciente hasta cierto punto,
Al principio reconocido como frontera;
Útil, poco de fiar como transportador del comercio.
Después solo un problema para los constructores de puentes.

2
Ya resuelto el problema
Queda casi olvidado el gran dios pardo
Por quienes viven en ciudades
–Sin embargo, es implacable siempre,
Fiel a sus estaciones y sus cóleras,
Destructor que recuerda
Cuanto prefieren olvidar los humanos.
No es objeto de culto ni actos propiciatorios
Por los adoradores de las máquinas;
Se halla siempre al acecho, a la espera, velando.
En el cuarto del niño su ritmo estuvo presente,
En el frondoso ailanto

3
del jardín en abril,
El olor de las uvas en la mesa otoñal
Y el círculo nocturno ante la luz de gas en invierno.

4
El río está dentro de nosotros,
El mar en torno nuestro.

5
El mar es también el borde de la tierra,
La mole de granito que acometen las olas,
Las playas donde arroja
Indicios de una creación anterior y distinta:
El límulo,

6
la estrella de mar,
El espinazo de la ballena;
Las pozas en que ofrece a nuestra curiosidad
La anémona de mar y las algas más delicadas.
Arroja nuestras pérdidas:
El remo quebrado, la jábega rota, la nasa de langostas maltrecha,

7
Y los arreos de extranjeros muertos.
8
El mar tiene muchas voces.
Muchos dioses y muchas voces.
La sal está en la rosa silvestre.
La niebla en los abetos.
El aullido del mar y su gañido
Son voces diferentes
Que a menudo se escuchan juntas.
El gemir en los aparejos, la amenaza y caricia
De la ola que rompe sobre el agua,
El rumor del oleaje contra los dientes de granito
Y el lamento que avisa
Del promontorio que se acerca,
Son las voces del mar
Y la boya silbante

9
Al girar hacia tierra, y la gaviota.
Y bajo la opresión de la niebla silenciosa
El redoble de la campana,
Que la marejada

10
Tañe sin prisa,
Mide el tiempo, no nuestro tiempo
Sino un tiempo más antiguo
Que el tiempo de los cronómetros,
Más antiguo que el tiempo
Medido por las mujeres angustiadas y en vela
Que calculan el porvenir,
Tratan de destejer, devanar, desenredar
Y remendar pasado y futuro
Entre la medianoche y el amanecer,
Cuando es engaño ya todo el pasado,
El futuro no tiene porvenir,
Antes de aquel amanecer que ansiaron
Más que los centinelas la mañana,

11
Cuando el tiempo se detiene
Y el tiempo no acaba nunca;
Y la marejada, que es y era desde el principio,

12
Hace sonar la campana.

II
¿En dónde acaba esto,
13
aquel mudo gemido
Cuando muere marchita una flor otoñal
Y al derramar sus pétalos queda inmovilizada?
¿Tendrá fin la deriva de restos naufragados
Y la oración del hueso, su plegaria irrezable,
Musitada en la playa ante la Anunciación?
No hay fin, todo se añade. Solo hay el desmedido
Resultado de días y de horas sin final,
Mientras la emoción piensa, remota, ensimismada
En los años ya inertes bajo los oxidados
Restos de lo que supusimos era firme y confiable
Y propicio por ello a la renunciación.
Llega la última suma, se apaga el desvaído
Orgullo que resiente su declive fatal.
La devoción sin vínculo ya parece negada
En la nave al garete o en buques zozobrados.
Y en silencio se escucha tañer la inexorable
Campana que te invoca, última Anunciación.
¿En dónde encontrarán su fin temido
Quienes sufren el viento y la niebla letal?
No se concibe un tiempo sin la mar encrespada
Ni un océano ya libre de restos destrozados
Ni un futuro no expuesto, como el irretornable
Pasado sin destino, a la desolación.
Los pescadores drenan el gran barco roído
Y recogen las velas ante el viento brutal.
La paga se recibe en muelles desolados.
No zarpan hacia un viaje ya del todo impensable:
Sería vana la pesca y honda la frustración.
No tiene fin, no acaba aquel mudo gemido.

14
Tampoco el marchitarse encuentra su final.
El dolor indoloro queda resuelto en nada.
Flotan a la deriva los restos naufragados.
Y a su deidad, la muerte, implora la irrezable
Plegaria de los huesos, única Anunciación.
A medida que envejecemos parece
Que el pasado tiene otro diseño
Y deja de ser una mera secuencia
O incluso un desarrollo.
Esto es una falacia parcial,
Estimulada por nociones superficiales de evolución
Que se vuelven en la mentalidad popular
Medios para el rechazo del pasado.
En los momentos de felicidad
–No en la sensación de bienestar,
Plenitud, fruición, seguridad o afecto,
O hasta una excelente cena;
No en nada de esto sino en la iluminación repentina–
Tuvimos la experiencia aunque no captamos el significado.







[1] Por T. S. Eliot y José Emilio Pacheco José Emilio Pacheco emprendió en 1985 una versión de los 'Four quartets' de T. S. Eliot. El FCE publicó en 1989 una primera tentativa. Octavio Paz la consideró “la mejor traducción de los 'Cuatro cuartetos' que ha aparecido en ningún idioma”. A pesar de este gran reconocimiento, Pacheco prosiguió su trabajo. Un cuarto de siglo después, al fin la ha terminado. La versión anotada que hoy publicamos de 'The Dry Salvages', el tercero de los 'Cuatro cuartetos', nunca se había impreso hasta hoy.

0 comentarios:

Con la tecnología de Blogger.
 
;