Un gusano fue condenado al paraíso por haber probado una fruta prohibida. El juez lo sentenció a vivir dentro de ella y a comérsela hasta el castigo divino del hartazgo, luego abrir un hueco y sacar la cabeza, vomitar, volver a entrar y continuar comiendo; y permanecer encerrado en ese círculo exquisito y asqueroso, hasta que perdiera el gusto o el deleitable manjar le supiera a mierda.
—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina
—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina
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