Gozaron y sufrieron una convivencia amorosa apasionada, tan cristalina y tan sórdida, que en poco tiempo los encadenó con una dependencia enfermiza que no les permitía vivir el uno sin el otro. Y el hombre llegó a parecerse tanto a su ser querido, que eran idénticos y cualquiera los confundía, pues ya no
era posible distinguir cuál de los dos era el perro.
—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina
era posible distinguir cuál de los dos era el perro.
—Guillermo Velásquez Forero, La bestia divina
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