2020-09-06

No sé, importa un pito...

 No sé, importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho fe que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡Pero eso si! —Y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Esta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de Maria Luisa.
¿Que me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? Qué me importaban sus extremidades de palmipedo y sus miradas de pronostico reservado María Luisa en una verdadera pluma.
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
iCon que impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisal"...y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevame,volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeabamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidabamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzozo de un espasmo.
¡Que delicia la de tener una mujer tan ligera, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes, la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, Y por más empeño que ponga en concebino, no me es posible ni tan siquera imaginar que pueda nacerse el amor mas que volando.
—Oiverio Girondo


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